Transforma tu hogar renovando tus paredes

La primera vez que pensé en darle un lavado de cara a mi casa, me di cuenta de que las paredes tenían un protagonismo mayor del que les había atribuido. Allí estaban, con su pintura desgastada, implorando un cambio que diera un vuelco a la atmósfera de las habitaciones. Quería algo más que el típico brochazo de pintura, así que me lancé a investigar sobre el revestimiento pared Narón, esperando encontrar ideas frescas y adaptadas a mis gustos. Me sorprendió descubrir opciones tan diversas que iban desde la pintura de alta calidad, pasando por el papel pintado con sus infinitos estampados, hasta la versatilidad del microcemento, que daba un toque contemporáneo y resistente, y los paneles decorativos, capaces de imitar materiales nobles como la piedra o la madera sin las complicaciones de la instalación tradicional.

Sentí que la elección del revestimiento no era solo una cuestión estética, sino también práctica. Por ejemplo, la pintura era fácil de aplicar, económica y permitía jugar con infinitas gamas cromáticas, de modo que podía hacer que el salón pareciera más amplio con un tono claro o crear un rincón íntimo con un tono más oscuro. Sin embargo, el papel pintado me ofrecía patrones y texturas imposibles de conseguir con la brocha, una personalidad más marcada y una forma rápida de cambiar el ambiente. El microcemento me seducía porque tenía algo muy actual, permitía superficies continuas sin juntas y resultaba sencillo de limpiar, ideal para zonas como el baño o la cocina. Mientras tanto, los paneles decorativos parecían un atajo perfecto para conseguir un acabado de lujo sin el coste, el peso y el tiempo que implicaría instalar, por ejemplo, piedra natural.

Analizando las tendencias más recientes, me di cuenta de que muchos diseños iban hacia lo orgánico, lo natural y lo artesanal. Tonos tierra, texturas sutiles, acabados mate, la búsqueda de la luz a través de colores suaves… A la vez, había propuestas más atrevidas, con papeles pintados audaces, geometrías llamativas o efectos degradados que parecían una obra de arte contemporánea. Quería dejarme llevar por la inspiración, pero sin perder de vista la coherencia con la decoración, los muebles y la distribución del espacio. Me resultó útil imaginar cómo se comportaría la luz en distintas horas del día, la sensación que quería transmitir a quienes entraran en el hogar y cómo encajar cada idea sin caer en la saturación.

En Narón descubrí tiendas especializadas y profesionales dispuestos a asesorarme. Podía encontrar muestras, comparar distintos materiales, tocar las texturas con mis propias manos y ver cómo los colores se transformaban bajo la luz artificial. Sentí que no se trataba simplemente de comprar un producto, sino de comprender el efecto que tendría en mi hogar. Dediqué tiempo a consultar con expertos, a escuchar sus recomendaciones e incluso a dejarme sorprender por propuestas que no habían pasado por mi cabeza. Fue liberador pensar que ya no estaba atada a las paredes blancas y lisas de toda la vida, que podía reinventar mis espacios con solo cambiar el revestimiento.

Después de madurar las ideas, llegó el momento de ensuciarme las manos, o al menos de coordinar a quien se encargara de la obra. La sensación de ver cómo el espacio mutaba era tremendamente gratificante, algo así como ver una película transformándose ante mis ojos. Una pared antes desnuda adquiría un carácter nuevo, un rincón insípido cobraba vida, y la casa, al completo, parecía contar otra historia. Despedirme de la monotonía resultó más fácil de lo que pensé, y al final, fui descubriendo mi propio gusto y estilo. Cada vez que entro en una de esas habitaciones renovadas, me alegra haberme atrevido con ese cambio.


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